domingo, 14 de septiembre de 2014

Contemplando.


  A veces envidiamos la tranquilidad de la cual puede disfrutar cualquier ser vegetal que viva dentro de un invernadero. Incluso dentro de una gran ciudad, rodeado de trepidantes carreras por llegar aquí o allá, este puede dejar pasar el tiempo, dedicándole tan solo un leve saludo cortés. Entornos como este, mudos de sonidos pero ricos en sensaciones, se convierten en el mejor espacio para descansar, reflexionar, leer, dibujar o escribir. En el fondo, se trata de edificios de cultivo, no solo de plantas, sino también del espíritu.

  Recomiendo sinceramente el sentarse en un banco del jardín botánico y abrir un libro, una libreta, o simplemente los ojos. Contemplar lo que sucede a nuestro alrededor y tratar de sentirlo. Solo así podremos intervenir en él de forma adecuada, hecho imprescindible para un arquitecto.

  Esta misma sensación me transmite la que se considera la primera obra de Norman Foster, formando parte del Team 4: el cockpit. Se trata de un refugio construido el 1964 en Cornualles, con el propósito de esperar la reconstrucción de una vivienda situada en las inmediaciones. Un pequeño espacio donde naturaleza y arquitectura forman una perfecta simbiosis. Un zócalo de hormigón se incrusta en el terreno y se corona con una abertura de cristal similar a una tienda de campaña, abierta visualmente al mar. Contemplar. 


  La similitud entre lo que nos rodea no siempre se encuentra en la forma, la situación o la función. Las sensaciones también juegan un importante papel en cualquier elemento susceptible de ser vivido. Tan solo es necesario pararse a contemplar.