martes, 7 de octubre de 2014

El complejo del invernadero.

  Para la mayoría de nosotros el simple hecho de nombrar un invernadero supone hablar de vidrio, vidrio y más vidrio. Por la cubierta, las paredes, incluso por el suelo si pudiéramos hacer que se sostuviera en el aire. ¿Qué mejor manera de que reciba luz por todos sus lados que dejando la mínima parte posible con un material opaco?

  Probablemente el primero de nuestros desencantos se produce al ver un invernadero a un muro pegado. Y, aún convalecientes, recibimos el duro golpe de ver el resto de su estructura realizada en vidrio, pero cubierta por una malla de protección solar. La visita al Jardín Botánico nos llena la cabeza de dudas.

Invernadero del Jardín Botánico.

Cristal Palace en Madrid.

  La verdad es que hasta este momento no nos habíamos parado a observar de forma crítica este estereotipo de Cristal Palace. En la vida real nos encontramos factores a considerar, como por ejemplo:

-          -  La inclinación de los rayos de sol que inciden.
-          -  La intensidad de estos mismos.
-          -  La humedad ambiente.
-          -  El tipo de plantas a cultivar en el interior.
-          -  La tipología de vidrio a emplear (si es simple o de cámara).

  Todo esto convierte al ideal en inviable, al emplearlo en ambientes como el que se genera en Valencia. Pero al mismo tiempo posibilita la existencia de otros modelos. Esta reflexión nace a partir de una de las frases escuchadas hoy mientras discutíamos sobre la Galería de Esculturas de Philip Johnson. Sus paredes eran macizas y robustas, opacas e impermeables al entorno. En cambio su cubierta de vidrio aportaba ligereza y luz al conjunto. “¿Por qué no iba a poder ser un invernadero?”

Galería de Esculturas, de Philip Johnson.

  En el Jardín de Monforte nos encontramos con un muro perimetral preexistente y ciertos desniveles que nos pueden permitir jugar con el contraste opaco-transparente, bien realizando alguna parte maciza, bien hundiendo el invernadero en el terreno.

  Además del proyecto que ya hemos mencionado también nos conduce a esta reflexión otros como la Casa de Vidrio, del mismo arquitecto, o el Pabellón español para la exposición internacional de Bruselas, realizado por Corrales y Molezún (desnivel y vegetación abundante son dos palabras que han resonado en mi mente al presentarnos este proyecto: ¿cómo proyectar el invernadero para no cortar ninguno de los árboles que pueblan el Jardín de Monforte?).

Casa de Vidrio, de Philip Johnson.

Pabellón español para la exposición internacional de Bruselas,
de Corrales y Molezún.

  Siguiendo el mismo camino, pero empleando ya el terreno como opacificante, encontramos proyectos como el Cockpit de Norman Foster en el Team 4 (mencionado ya en la anterior entrada) o el Pabellón del Farol de la Hexenhaus, de Alison y Peter Smithson. El espacio que se hunde en el terreno no deja entrar la luz, pero permite, como es el caso del Cockpit, generar una estructura más estable frente al vuelco y que se integra de forma más sutil en el espacio. En este caso el muro se convierte en las raíces del invernadero.

"The cockpit", de Norman Foster en el Team 4.

Boceto del Pabellón del Farol de la Hexenhaus,
de Alison y Peter Smithson.



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